La verdadera libertad está en nuestro interior

De nuevo en otoño, el verano parece un espejismo. Otra vez, las noticias del telediario solo hablan de porcentajes y de contagios, de confinamiento y de restricciones. Otra vez, parece que estamos como en primavera. Otra vez, me da miedo perder la libertad.

Surgen abanderados de la libertad porque no podemos salir de casa siempre que nos apetece y porque no podemos reunirnos con nuestros amigos en fiestas.

Claro que así nos quitan la libertad, pero, crees que antes de estas restricciones, ¿éramos libres?

la verdadera libertad está en nuestro interior

Quien no se mueve, no siente sus cadenas.

Rosa Luxemburgo

La verdadera libertad está en nuestro interior

La libertad es una forma de sentir más que una forma de moverse.

Hace tiempo leí el libro “El factor humano” de John Carlin en el que se cuenta la historia de Nelson Mandela a la salida de la cárcel para atraer a la minoría blanca que dominó Sudáfrica durante tres décadas para el fin del Apartheid, y en el que está basada la película Invictus, también muy recomendable de ver.

Nelson Mandela vivió encerrado en la cárcel 27 años. A pesar de vivir privado de su libertad física, supo mantener su libertad interior y pudo continuar viviendo con dignidad para promover un gran cambio social en su país.

27 años son muchos años. Supongo que la transformación que Mandela vivió dentro de la cárcel fue un proceso largo. Nos quedamos con la eterna sonrisa de la persona que salió de la cárcel, pero no creo que fuera un camino fácil de transitar. Pasamos por alto su evolución personal.

El factor humano

La celda es el lugar idóneo para conocerte a ti mismo. Me da la oportunidad de meditar y evolucionar espiritualmente.

Nelson Mandela

¿De verdad somos libres?

No tengo una vida como Mandela. Por suerte. He nacido en un país con un régimen democrático. Poseo unos derechos civiles y sociales. Creo que vivo en libertad.

Puedo moverme sin prohibiciones. Pero no soy libre en mi interior.

No soy libre cuando me siento identificada con alguna situación como estas:  

  • Acepto normas con las que no estoy de acuerdo.
  • Siento mi cuerpo dolorido por el estrés.
  • Permanezco en un lugar que no deseo.
  • Vivo por debajo de mis posibilidades.
  • Busco la mirada de aprobación del otro antes de actuar.
  • Delego mis decisiones en los demás.
  • Me escondo detrás del personaje que he creado para sobrevivir.
  • Cedo mi poder a otra persona.
  • No protejo mis sueños.
  • Dependo de algo o alguien de fuera para ser feliz.

Me he ido domesticando con reglas y formalismos desde pequeña. No es que mi vida ideal sea como la de una película del Oeste. No es eso.

Pero cuando no ponemos en duda las normas socialmente aceptadas sobre cómo debe ser la vida somos menos libres y nos desconectamos de nuestro ser. En particular, las mujeres tratamos de encajar en el único molde aceptado por la sociedad y nos vamos encerrando en una prisión de rejas invisibles, que, cada vez nos asfixian un poco más.

Cuanto más elevado es un pueblo, más limitado está en su libertad, y cuando más educado es un hombre menos libertades se toma.

Oswald Spengler

El largo camino hacia la libertad

De vez en cuando, el hombre gladiolo nos prepara a mis dos hijos y a mí una ruta por la sierra de Madrid. Mientras voy por la montaña me siento más libre.

Pero cuando llevamos un rato andando, me canso y me voy quedando la última de la fila. Solo pienso en el final del trayecto para poder disfrutar del paisaje mientras me zampo la bolsa de patatas fritas que llevo en la mochila.

Sueño con acariciar la libertad, pero se me olvida que la libertad no es gratis. Me quedo con la foto de final feliz de la película.

El camino hasta la libertad es largo y, como cuando vamos de ruta por la montaña, tendremos que saltar muchas piedras.

En la vida también hay piedras: nuestras creencias, nuestros apegos y nuestros miedos.

la verdadera libertad está en nuestro interior

1. Creencias: si crees que no puedes, no podrás

Me gustan los cuentos de Jorge Bucay, sobre todo, cuando los narra él mismo. Hasta que vi su foto, siempre que oía a Jorge Bucay, me imaginaba al director del colegio de mis hijos, porque en una ocasión, finalizó una reunión con uno de sus cuentos. Uno de estos cuentos “El elefante encadenado” incluido en su libro “Déjame que te cuente” dice así:

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por oros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces?

¿Por qué no huye?

[…]

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefante empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro…Hasta que un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente este recuerdo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…

Como el elefante, durante mucho tiempo, yo también viví atada a muchas estacas que me restaban libertad. Aún tengo unas cuantas de estas.

Dejamos a un lado nuestros verdaderos anhelos porque una vez quisimos hacer algo y no lo logramos. Y ya ni siquiera lo intentamos.

Pensamos que no podemos porque grabamos en nuestra mente el mensaje de que nunca podríamos.

El hombre ha nacido libre, pero por todas partes se encentra rodeado de cadenas.

Jean-Jacques Rousseau

2. Apegos: cómo nos relacionamos con los demás

Los lazos que creo con mi familia y amigos no son siempre sanos. Se convierten en ataduras afectivas cuando son vínculos creados desde la dependencia emocional. ¿Los quiero porque los necesito o los necesito porque los quiero?

Me ato a la relación con mi madre, con mi pareja, con mis hijos y con mi trabajo. Son mi excusa perfecta para justificar mi falta de felicidad.

No nos lo contaron así, pero nuestra libertad es la libertad de las personas a las que nos mantenemos atadas. Cuando nosotras nos liberamos, también les liberamos a ellos. Si nos sentimos libres de ser nosotras mismas, les estamos dando a los otros la oportunidad de ser ellos mismos, y decidir libremente si nos aceptan así o no.

Te recomiendo este vídeo de la actriz peruana Wendy Ramos, en el quereflexiona sobre este tema y cómo podemos liberarnos de nuestras ataduras:

Tu vida es tu fiesta, no la de tus invitados. Wendy Ramos

Quién sabe lo que las mujeres podrán llegar a ser cuando finalmente sean libres de ser ellas mismas.

Betty Friedan

3. Miedos: el miedo nos impide ser libres

El miedo me mantiene atada a relaciones, situaciones, lugares y recuerdos que no me aportan nada.

Soy consciente de mis miedos, pero los sigo teniendo. Tengo miedo a:

  • Mostrarme como soy
  • Juicio de los demás
  • No ser lo suficiente buena
  • Equivocarme
  • Perder el control de la situación
  • No saber quién soy

El precio que tenemos que pagar por ser libres es mirar de frente a nuestros miedos, aceptarlos y superarlos.

Porque cuando nos enfrentamos de cara a nuestros miedos, estos se debilitan.  

Porque la verdadera libertad es la ausencia de miedos.

El que ha superado sus miedos será verdaderamente libre.

Aristóteles

Cómo estamos viviendo nuestra vida

La incertidumbre ante la idea de volver a tener que vivir encerradas entre cuatro paredes nos da miedo. Pero son decisiones que se escapan de nuestro control.

En cambio, podemos reflexionar sobre cómo estamos viviendo nuestra vida y cuestionarnos si el camino en el que estamos hoy, es el que nos llevará a la montaña que queremos llegar. Solo así, alcanzaremos nuestra verdadera libertad.

Ahora es tu turno:

  • ¿A qué te atas en tu vida?
  • ¿Has renunciado a tus sueños por miedo?
  • ¿Eres libre para tomar tus propias decisiones?

Por mis venas corre fuego
Mis ojos brillan en la oscuridad
Y mi voz hambrienta no tiene miedo
De cantar por siempre mi libertad

Mi libertad. Monsieur Periné

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  • Déjame que te cuente. Jorge Bucay
  • Tu vida es tu fiesta, no la de tus invitados. Wendy Ramos
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