Muchas mujeres creemos que los hombres son unos inmaduros porque les cuesta más hablar de sus sentimientos, no lloran en público o tienen miedo al compromiso con su pareja. Al menos, estos son los argumentos más comunes de las películas románticas; eso sí, con final feliz.
Si dejo a un lado las películas de Hollywood, me doy cuenta de que yo también soy una inmadura emocional. Soy una inmadura emocional cuando rechazo mis emociones porque creo que no tengo un motivo suficientemente importante para sentirme como lo hago y, además, culpo a los demás de mis emociones creyéndome una víctima de todo lo que me rodea.
Intento cambiar mis emociones porque creo que, así, todo será más fácil. A veces, me vuelvo a sentir bien una temporada, supero el bajón emocional, y parece que, por fin, todo va a ir bien en mi vida. Pero un día cualquiera, ocurre algo que me vuelve a descolocar y esas emociones que escondí al fondo del cajón vuelven a salir. Lo hacen para que me haga cargo de ellas. El miedo, la rabia o la tristeza no desaparecen por mirar hacia otro lado, solo se quedan escondidas en algún rincón de mi cuerpo.

Las emociones no son un lujo o algo prescindible, no son una corriente de sentimientos y sensaciones pasajeros y sin importancia, sino que nos recorren a cada minuto y guían nuestro comportamiento a través del dolor y del placer.
Una mochila para el Universo. Elsa Punset.
Las emociones no son mentales
A medida que mi cuerpo se relaja, mi mente se calma.
Me desconcierta la intensidad de mis emociones. Siento mucho y pienso mucho. Ser una intensa emocional y mental es una mala combinación para una vida ligera y despreocupada.
Desde pequeña, crecí leyendo, estudiando, calculando y razonando, incluyendo mis sentimientos. No me permito sentir lo que siento y trato de entender mis emociones desde la mente. En un intento de comprender por qué me siento de una manera o de otra, analizo por qué siento miedo, angustia o tristeza, y también alegría y serenidad, sin tener en cuenta que mis emociones pasan en mi cuerpo y que el desafío es atreverme a experimentarlas a través de él.
Cuando nos desconectamos de nuestras emociones, también nos desconectamos de nuestro cuerpo. Sin embargo, nuestro cuerpo sí sabe que aún existen heridas emocionales abiertas y actúa como una especie de regulador emocional, que intenta sobrevivir y minimizar los daños tensándose, congelándose, inhibiéndose, camuflando ciertos sentimientos y ocultando otros.
Porque nuestras emociones son reales y ocurren en nuestro cuerpo, y aunque con la mente intentemos olvidar algunas vivencias, nuestro cuerpo las registra todas y permanecen en él esperando a que nosotras las atendamos.

Los sentimientos no pueden ser ignorados, no importa cuán injustos o ingratos nos parezcan.
Anna Frank
Vivir desconectada del cuerpo
Mi umbral para sentir el dolor físico es alto. Quizá demasiado alto. Hormigueo, dolor, cosquilleo, a veces, ni siquiera sé poner palabras a lo que mi cuerpo está sintiendo.
No sentir dolor parece una ventaja, pero significa que me cuesta mucho más que a otras personas ser consciente de los síntomas que mi cuerpo refleja cuando algo no va bien. Creo que por eso, mi cuerpo ha tenido que enviarme cada vez señales menos sutiles: molestias en la espalda, dolores de cervicales, zumbidos de cabeza, insomnio, pielonefritis, alopecia, ausencia de menstruación… tengo un largo expediente médico.
Durante muchos años, mi forma de afrontar la vida ha sido la de ir al límite, exigiendo a mi cuerpo un poco más, obligándole a seguir a pesar de la incomodidad. Como cuando a los niños pequeños se les obliga a comerse la última cucharada.
Mi cuerpo llevaba tantos años acostumbrado al cansancio físico continuo y a la falta de energía vital que, antes de que la ginecóloga me diagnosticara el cáncer de mama, no pensaba que algo fuera mal en mí. Vivía en una desconexión profunda con mi cuerpo.
¿Quién soy? ¿Cómo es mi cuerpo? ¿Qué hay en mi cabeza? ¿Por qué algunos días me siento tan mal dentro de mi propia piel? Éste es el tipo de preguntas que todo el mundo acaba planteándose un día u otro, sobre todo cuando el cuerpo en cuestión empieza a protestar y nos sugiere que también a él, como a nosotros, le gustaría ser de otra manera.
Thérèse Berterat
Conecta con el cuerpo a través de la respiración
Cuando me desconecto de mi cuerpo, no tengo en cuenta mis necesidades: como de más, duermo de menos y me cuesta estar presente en lo que hago. Mi mente lo controla todo. Incluso me olvido de respirar. Utilizo la respiración para dominar mi cuerpo y para no sentir las emociones que me atraviesan. Mi respiración es superficial y entrecortada y retengo mi aliento, igual que intento retener mis emociones, mi rabia, mi enfado y mi miedo.
Para volver a conectarme con mi cuerpo, sé que tengo que parar y respirar de manera consciente. No hacer nada, solo respirar y sentir el cuerpo.
Tomo conciencia de la falta de fluidez de un movimiento o de la rigidez de una parte del cuerpo. Redescubro mi cuerpo, no solo desde el exterior y mi físico, sino también desde el interior y de mis emociones y sensaciones. Dejo que mi cuerpo hable y encuentre su propio ritmo. Atiendo mi cuerpo, lo mimo y lo muevo libremente, hago unos estiramientos o me masajeo el cuello y a medida que mi cuerpo se relaja, mi mente se calma.
Poco a poco, mi cuerpo es consciente de los pequeños progresos, va cobrando confianza y los movimientos se vuelven más naturales. Y mis emociones se aligeran. Vuelvo a habitar mi cuerpo y me siento dentro de él.
Relaja tu cuerpo, y el resto de ti se iluminará.
Haruki Murakami
El método de la radiografía para conectar con tu cuerpo
Cuando te haces una radiografía o un TAC en el hospital, te piden que no te muevas, que te quedes muy quieta para que todo aparezca en su sitio. Cuando estaba metida en uno de esos aparatos, durante mi tratamiento en el hospital, me lo tomaba como un momento de paz interior y daba las gracias por lo que era y lo que tenía.
Albert Espinosa en su libro “El mundo amarillo” comparte los descubrimientos que hizo durante los diez años que estuvo enfermo de cáncer y cómo los hallazgos que hizo en esa época le continuaron sirviendo después en la vida.

En el libro cuenta cómo, después de curarse, continuó utilizando el método de la radiografía del hospital, a pesar de no tener aparatos de rayos X en casa. Aquí van los pasos:
- Te echas en la cama. Cierras las puertas, apagas el móvil y te quedas quieta, muy quieta.
- Mentalmente, te dices la frase más oída en las salas de radiografías: “No te muevas. Respira, no respires”.
- Lo haces durante veinte minutos. No hagas nada aparte de no moverte y ser consciente del aire que respiras.
Aunque se parece a la meditación, no lo es, solo es quedarse quieta. Hibernar durante veinte minutos. Es mucho tiempo para quedarse quieta. A veces, son diez minutos y otras solo cinco. Pero parar y respirar ayuda a poner orden en nuestra mente y conectar más con nuestro cuerpo.
Si aún no la conoces, la historia de la vida de Albert Espinosa es inspiradora y sus palabras siempre son una invitación a reflexionar sobre la importancia de ser feliz día a día.
En el hospital nos enseñaban a afrontar la pérdida, pero no poniendo el énfasis en la palabra “aceptar”, sino en “pérdida”.
Albert Espinosa
Siente las emociones desde el cuerpo
Todavía hay días en los que me resulta difícil identificar mis emociones. Confundo la pereza con el cansancio, o el enfado con la tristeza. Me enredo en medio de mis emociones y me angustio. Siento que hay momentos en los que me desbordan.
Sin embargo, ahora ya no vivo dominada por las emociones, ni las mías ni las de los demás. Tampoco me siento como si estuviera montada en una montaña rusa, sin saber si la próxima curva será hacia la derecha o hacia la izquierda. Al menos, no la mayoría de los días. Hoy no creo que ninguno de mis sentimientos sea insignificante, aunque no tenga una vida como las de los protagonista de los Bridgerton. Tengo en cuenta mis emociones, las nombro y me reconozco en ellas.
El reto es aprender a vivir en un cuerpo que no habitaba.

Ahora es tu turno:
- ¿Cómo conectas con tu cuerpo?.
- ¿Tienes en cuenta sus necesidades?
Como siempre, me encuentras al otro lado de la pantalla.❤️
¿Caminamos juntas?
Un abrazo,

Y ando rebuscando en los rincones de mi cuerpo
Ando escuchando mis silencios
Voy quebrando el relato perfecto
En el que tantas veces me quedé encerrada
El relato perfecto. La otra
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