Este verano he jugado mucho a las cartas con mis hijos. Ellos no tienen la Play y yo no tengo la Thermomix así que jugamos al Virus, al Uno, y también, al cinquillo o al burro. Cuando ellos eran pequeños, me esforzaba por no ganar, ahora que son más mayores, me esfuerzo por no perder. Hay partidas que pierdo porque juego mal, pero otras pierdo porque me tocan cartas malas. Que sea una buena o mala partida no depende siempre de mí.
Mientras jugaba con ellos pensaba que la vida es igual que una partida de cartas: no podemos elegir las cartas y tenemos que arreglarnos con lo que nos toca, y a veces, como en el juego, las cartas de la vida también son pésimas.
Ahora hay mujeres en mi vida jugando con cartas desfavorables, afrontando situaciones de esas que creemos que no somos capaces de soportar hasta que no nos queda otra alternativa. Son estos momentos cuando rendirse ante la vida es la única opción.

Seda. Alessandro Baricco
No hay elección. Si queremos sobrevivir, tenemos que llegar hasta allí.
Cuando rendirse ante la vida es la única opción
Confundimos rendirnos con resignarnos. No me refiero a un rendirse de darlo todo por perdido sino a un rendirse de aceptación de las cartas que la vida nos da y hacer lo que mejor podamos con ellas, sin reproches ante las malas cartas ni justificaciones ante las malas jugadas.
Cuando nos rendimos ante la vida como única opción olvidamos todas nuestras ideas preconcebidas sobre lo que es la vida, nos damos el permiso de sentir lo que sentimos y de ser amables con lo que ocurre en nuestras mentes. Entonces, nos ponemos a su favor y no en su contra y dejamos de remar a contracorriente y de desgastarnos por ello. Escuchamos en lo más profundo de nuestro corazón, nos entregamos al momento presente, y vivimos, a pesar de todo.
Siempre he admirado a las personas que son felices con poco, que sonríen en la adversidad, que aman en el dolor, aun cuando sus circunstancias son difíciles, y que siguen viviendo.
Cuando la imagen de Stephen Hawkins aparece en mi cabeza, me da vergüenza admitir que lo primero que siento es lástima, pese a que fue una eminencia científica. Sin embargo, no recuerdo donde leí, que él decía que no podría imaginar haber vivido una vida mejor. Me cuesta imaginar buena una vida así, pero supongo que él supo rendirse ante la vida y aprendió a ser feliz con lo que tenía.
Vivir vidas normales
La mayoría de nosotras vivimos vidas normales en las que nos pasan cosas normales. Y dejamos de valorarlas simplemente por eso, porque son normales. Vivimos dando por supuesto cosas que no siempre lo son, cosas pequeñas que creemos que siempre vamos a poder hacer.
Creemos que nos las merecemos y que son nuestras por derecho propio porque las damos por sentado. Solo cuando dejamos de tenerlas nos damos cuenta de que en realidad las echamos de menos.
Mis mejores momentos de este verano han resultado ser justo eso, planes normales: tirarme por los toboganes de las piscinas de mi pueblo, ver junto a mis hijos y al hombre gladiolo en dos semanas las cuatro temporadas de Cobra Kai o ir al cine a ver la última película de los Hombres G.
La normalidad no implica que todo sea maravilloso; en mi vida también son normales las discusiones y los enfados. Pero estoy aprendiendo a rendirme. A rendirme a que las cosas no siempre sean como me gustan y a que, en ocasiones, no esté de acuerdo con los que me rodean. Rendirme a saber vivir con lo que la vida me ofrece en cada momento y a hacer limonada si la vida me da limones.
Sé que esto poco tiene que ver con una revelación de guru iluminado, y que, más bien, parece algo obvio. Sin embargo, detrás de este simple descubrimiento hay años de aprendizaje, no del que se lee en los libros, sino del que se experimenta en el cuerpo.
Eckhart Tolle
Ríndete a lo que es. Di ”sí” a la vida y observa cómo la vida de repente comienza a trabajar para ti en lugar de en tu contra.
De qué hablo cuando hablo de escribir de Murakami
En mi descanso anunciado de escribir, he leído varios libros. Después de que el verano pasado leyera De qué hablo cuando hablo de correr, este año he leído De qué hablo cuando hablo de escribir de Haruki Murakami. En este libro, Murakami reflexiona sobre su vida como escritor y cómo empezó a escribir con casi treinta años después de una especie de revelación: no sabía sobre qué escribir ni cómo hacerlo porque no tenía recursos como escritor ni experiencias importantes que le sirvieran de inspiración: no había ido a la guerra, no había sufrido malos tratos y disfrutó de una niñez sin sobresaltos en una tranquila zona residencial. No tenía nada especial sobre lo que mereciera la pena escribir. No tenía los materiales para levantar algo de la nada.
Murakami no tuvo más remedio que apañarse con lo que tenía a mano. Como en las cartas. Como en la vida. En situaciones así, la única alternativa es juntar todo lo que tenemos, aunque solo tengamos malas cartas y diagnósticos médicos, y después, esforzarnos por añadir un poco de magia. Este es el único recurso a nuestro alcance para seguir viviendo. Quien sea capaz de hacerlo habrá ganado la partida.

Kafka en la orilla. Haruki Murakami
Lo que sea que estés buscando no va a llegar en la forma en que lo esperas.
Así es la vida
La vida no es justa y no entiende de bueno ni malo. Solo es la vida que nos toca.
A veces, cuando no nos gustan las cartas que la vida nos está ofreciendo, nos quedamos atascadas en preguntas sin respuestas y sucede que cuando más pensamos, más nos perdemos.
Sin embargo, hay ocasiones en las que no hay mucho que entender porque hay cosas que solo pueden resolverse con el paso del tiempo. Nosotras solo podemos hacer nuestra parte y es mejor dejar lo demás en manos de la vida.
Es innegable que hay momentos en los que lo feo supera a lo hermoso. Pero la vida es breve y el tiempo y la energía de los que disponemos son limitados. No podemos recuperar las oportunidades perdidas. Podemos optar por dar por perdida la partida a mitad de la jugada o podemos rendirnos ante lo que la vida quiere de nosotras.
Forrest Gump
La vida es como una caja de bombones y nunca sabes lo que te va a tocar.
Atrevernos a vivir más
Nunca he sido demasiado atrevida. Más bien, lo he sido poco. No estoy hablando de practicar ningún deporte de riesgo, sino de no tirarme de bomba a la piscina y menos aún, si tengo el pelo recién lavado.
Sin embargo, este verano he sido más consciente de lo afortunada que soy de poder disfrutar de esos planes normales que a veces no valoramos y me he atrevido a vivir más: me he metido en el mar aunque lloviera y me he bañado en el río aunque el agua estuviera helada. He disfrutado del privilegio de hacerlo, solo porque podía hacerlo.
Rendirse ante la vida y atreverse a vivir tiene que ver más con cómo vivimos que con el qué vivimos.
Durante mucho tiempo he creído que mi felicidad dependía de que las cosas fueran de una determinada manera, de lo que hacían o no hacían los demás, de lo mucho o lo poco que me afectaba lo que pasaba fuera de mí, que fuera verano, que hiciera sol, que mi cuerpo fuera como en las revistas…. de una lista infinita de circunstancias externas. Durante mucho tiempo he vivido buscando la sensación de que mi vida fuera perfecta y que solo entonces podría ser feliz.
Me cuesta parar y celebrar mis logros. En realidad, no creo que esté logrando nada. Sin embargo, al mirar atrás, cualquiera diría que mis circunstancias externas son esencialmente las mismas que las de otros veranos: destinos similares, descanso del mismo trabajo, mismo hombre gladiolo a mi lado, y aunque me gustaría decir que mismo pelo, sé que no es cierto. Es mi percepción de las cosas la que ha cambiado.
Antes buscaba mi propósito de vida. Ahora me pregunto si tiene que haber un objetivo concreto y cuantificable, y si vivir no es un anhelo lo suficientemente grandioso en sí mismo. Ahora mi propósito es vivir.

Wendell Berry
Mi deseo no es otro que vivir una vida tan plena como me sea posible. Ese debería ser el objetivo del ser humano, creo, tanto en el trabajo como en el ocio.

Como siempre, me encuentras al otro lado de la pantalla.❤
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¿Caminamos juntas?
Un abrazo,

Si pienso en ti siento que esta vida no es justa
Si pienso en ti y en la luz de esa mirada tuyaNo quedan días de verano, el viento se los llevó
Días de verano. Amaral
Un cielo de nubes negras cubría el último adiós
Gracias Laura por toda la sabiduría que transmites. Leerte siempre es una bendición. Encuentro consuelo y guía en tus palabras.
Pido a la vida que me permita seguir disfrutando de tu valiosa amistad.
Te quiero mucho ❤️
Ana, tú fuiste la luz que me ayudó yo estaba en la oscuridad. Siempre lo recordaré.
Yo también te quiero.
Maravilloso artículo.
Muchas gracias.
Salud
Muchas gracias Nori.
Un placer que te pases por aquí.
Un abrazo
Hola! Me ha encantado leerte. Muy importante parar y tomar consciencia de nuestros logros que muchas veces nos autosaboteamos demasiado.
Un abrazo gigante!
Hola Yolanda. Me alegro mucho que te haya gustado. Sí, qué importante es parar siempre.
Un abrazo