Cuando trabajaba la jornada completa, en mi vida antes de ser madre, me encantaba salir a comer fuera de casa. Comía menús con primero, segundo y postre. Ya que lo pagaba, me lo comía todo. Al terminar me sentía mal: empachada, somnolienta y pesada. También me frustraba porque tenía que salir más tarde del trabajo porque la hora siguiente a la comida mi rendimiento bajaba en picado.
No era consciente de que devoraba para cubrir otras necesidades que no tenían que ver con el hambre, sino con el estrés del trabajo. En realidad, comía más de lo que mi cuerpo físico necesitaba en ese momento.
Comer es un placer. Pero comer sin hambre y después sentirme aletargada, no lo es.
El hambre real se explica de manera científica por la subida o bajada de ciertas hormonas. Es un proceso químico que se genera cuando nuestro cuerpo envía al cerebro el mensaje de que ha disminuido el azúcar en la sangre y entonces, el hipotálamo secreta las hormonas que hacen que sintamos hambre. Cuando hemos comido lo suficiente, el azúcar llega a la cantidad necesaria en la sangre, las hormonas disminuyen y el cerebro recibe la información de que estamos saciadas.
A pesar de saber todo esto, y aunque mis niveles de azúcar sean bajos, mi sensación de hambre no se calma. Muchas veces sigo teniendo ganas de comer.
Mi hambre no es de comida. En realidad, tengo hambre de descanso, de seguridad en mí misma, de cariño o de compañía. Lo que tengo es hambre emocional.

Cómo diferenciar el hambre emocional
Es importante diferenciar el hambre emocional del hambre real.
Dependiendo de cómo me siento, puedo tener un hambre devoradora o, al contrario, ser incapaz de comer.
En ocasiones, uso la comida como tapa-emociones y como vía de escape ante circunstancias que no me hacen sentir bien:
- Estoy ocupada en el trabajo y no paro para comer.
- Estoy aburrida y estoy pensando en la comida todo el rato.
- Estoy cansada, no he dormido lo suficiente y como para activarme.
- Estoy preocupada o angustiada.
- Estoy con otras personas que están comiendo.
- Tengo comida en el plato y creo que tengo que dejarlo limpio.
- Me siento sola.
- Necesito consuelo.
Otras veces, las costumbres sociales, familiares y personales me inducen a comer, aunque no tenga hambre real.
Aunque haya identificado que mi hambre no es real, a veces, me sigue costando cuidar mis pensamientos, no entrar en un auto-drama mental y no zamparme la bolsa de patatas fritas entera..
Cuanto más comes, menos sabor tiene; cuanto menos comes, más sabor tiene.
Proverbio chino
Libro «Hambre. Memorias de mi cuerpo» de Roxane Gay
Descubrí el libro “Hambre. Memorias de mi cuerpo” en mi libro electrónico de casualidad y me atrapó. Roxane Gay narra su tortuosa relación con su cuerpo y la comida, y sus luchas emocionales cuando, a los 12 años sufrió una experiencia traumática. A partir de entonces, comenzó a comer para engordar y que su cuerpo se volviera repulsivo para evitar que volviera a ser lastimado. Entró en una espiral de autodestrucción, en la que la comida se convirtió en su único refugio.
Es un libro duro, que refleja una situación de hambre emocional llevada al extremo, en el que además, reflexiona sobre los cánones de belleza de la sociedad.
Te lo recomiendo.

Ninguna enfermedad que pueda ser tratada con dieta debe tratarse por ningún otro medio.
Maimonides
Cuál es la dieta perfecta
Hace años, las dietas eran para perder peso. Sin embargo, ahora, las dietas y la forma de alimentarnos están más vinculadas con la salud y con el estilo de vida.
Hay multitud de dietas: la vegetariana, la vegana, la crudivegana, la macrobiótica, la disociada, la hipocalórica, la paleo, la proteica, la alcalina y unas cuantas más.
Hay épocas en las que llevo una dieta bastante estricta y otras, en las que me relajo.
Me gusta probar nuevas combinaciones. Por ejemplo, me encantan las alcachofas al horno, pero las preparo de Pascuas a Ramos. En mi casa, solo me gustan a mí, así que como tengo que cocinar las alcachofas para mí y además, otra comida diferente para mis hijos y el hombre gladiolo, al final, me quedo sin comer alcachofas. Por eso, me resulta más fácil centrarme en recetas saludables que sean compatibles con mi día a día.
Cuando me diagnosticaron el cáncer de pecho, cambié algunos de mis hábitos alimenticios. Eliminé el azúcar, las harinas refinadas, los lácteos y algunos productos de origen animal, e introduje otros, como las semillas, los germinados y las algas. Seguí muchos de los consejos de Odile Fernández en sus libros de recetas anti-cancer y en sus redes sociales.
Hay mucha información disponible respecto a los macro-nutrientes de los alimentos, (proteínas, hidratos de carbono y grasas) y sobre la mejor combinación entre ellos para metabolizarlos y digerirlos de manera óptima, sin olvidar, claro, las dosis necesarias de vitaminas y sales minerales que nuestros organismos necesitan.
Hay tanta información que me resulta difícil no perderme en los datos y saber qué dieta es mejor para mí. Si como carne, creo que no debería hacerlo y si no la como, tampoco estoy segura de que lo esté haciendo bien.
Si te pasa como a mí, no tengo ninguna solución. En la revisión de este artículo, he incluido una entrevista de Lucía Gómez de Cocinando el Cambio, de la que te hablé aquí, con Ana Moreno de www.flexivegetarianos.com, “No te encasilles en una dieta, escucha tu cuerpo”. Es una entrevista valiente y sincera en la que Ana cuenta cómo tuvo que empezar a comer alimentos de origen animal tras pasar por problemas de salud, después de ser conocida por sus formaciones en alimentación vegetariana y crudivegana. Espero que te ayude.
NO te encasilles en una DIETA, ESCUCHA TU CUERPO. – YouTube
Nutrir nuestra vida
Nutrir nuestra vida y comer de manera más consciente es más fácil si introducimos, poco a poco, nuevos alimentos en nuestra dieta. Funciona mejorque tener una lista de alimentos prohibidos. Las dietas restrictivas solo consiguen que nos sintamos desgraciadas. Cuando he participado en algún proceso depurativo y sabía que no podía comer chocolate, justo era el chocolate lo que más me apetecía comer.
Cuando estoy presente de verdad en el momento de decidir qué comer, de qué calidad, en qué cantidad y de qué manera, siento el hambre real y compruebo que es gustosa de sentir. Me doy cuenta de que así, como menos cantidad, sólo lo que necesito, y noto cómo me voy saciando.
También sigue habiendo ocasiones en las que acudo a la comida para sentirme mejor, pero no me machaco por ello. Agradezco que puedo obtener ese bienestar emocional que necesito gracias a la comida.
E intento no obsesionarme. Intento llevar una dieta saludable la mayor parte del tiempo, pero si caigo en la tentación de comer algo que sea menos sano, no pasa nada demasiado grave por permitírmelo sin remordimientos.
Solo cuando tengamos satisfechas las necesidades básicas de sentirnos queridas y valoradas y nos llenemos con cosas que nos produzcan placer, dejaremos de sentir el hambre emocional.

El placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y por su conversación.
Cicerón

Ahora es tu turno:
- ¿Eres consciente de tu modo de alimentarte?
- ¿Qué buscas cuándo comes? ¿Comida? ¿Amor? ¿Autoestima?
- ¿Intentas tapar algún sentimiento cuando comes?
Como siempre, me encuentras al otro lado de la pantalla.❤
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¿Caminamos juntas?
Un abrazo,

Todo me sabe a ti
Sabor de amor. Danza Invisible
Comerte sería un placer
Porque nada me gusta más que tú
Boca de piñón
Bésame con frenesí
Besarte es como comer naranjas en agosto y uvas en abril
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- Pequeños cambios para comer mejor. Agencia de Salud Pública de Cataluña
Hola Laura. Yo también he hecho cambios en mi modo de alimentarme y ahora lo hago desde la consciencia, aunque no siempre lo consigo. De todas formas, intento no machacarme cuando como algo que no es demasiado saludable y lo intento saborear al máximo. Pero también sé disfrutar del sabor de una ensalada. Un abrazo
Hola Eva. A veces hacemos los cambios desde la radicalidad y así, es más difícil mantenerlo en el tiempo. A mí me cuesta encontrar equilibrio en muchas cosas, y a veces, también me pasa en la alimentación. Disfrutemos de todo. Un abrazo