Empecé a escribir en el blog como una forma de buscar mi propósito de vida creyendo que me ayudaría a encontrar mi camino. Quise hacerlo sin tener un plan, sin reorganizarme y sin hacer el hueco primero para ello. Desde entonces, he mantenido un ritmo cíclico, que no es lo mismo que constante, y que se resume de la siguiente manera:
- Sitúo el blog en el top de mi lista de prioridades, ocupando mis ratos libres. Al principio, esto incluía todo mi tiempo libre, para más tarde, aprender a que solo fuera una parte.
- Después de varios meses con poco descanso, acabo estresada y pierdo la motivación para continuar.
- Decido reducir mi autoexigencia y descansar.
- Mi prioridad pasa a ser hacer menos cosas y me pongo en modo supervivencia. Como tengo mil cosas de las que ocuparme, dejo de hacer todo aquello que va más allá de las 10 de la noche o antes de las 6 de la mañana. Esto incluye mis ejercicios de suelo pélvico, escribir en mis cuadernos, y claro, escribir en el blog.
- Después de estar una temporada durmiendo más horas, me siento otra vez con más energía y motivada.
- Vuelvo al paso 1. Inevitablemente, luego al paso 2, 3 y sucesivos y empiezo el ciclo de nuevo.

Moverse entre los extremos
Observando mi comportamiento, he llegado a tres conclusiones:
1. Me muevo entre los extremos.
Soy como un péndulo oscilando entre los extremos. Esto significa que cuando algo me gusta, me gusta mucho y que cuando rechazo algo, lo rechazo mucho.
Mi mundo es dual: bueno o malo, hacer o no hacer, disfrutar o sufrir, blanco o negro, y yo siempre me voy a los extremos, no veo los colores intermedios de la paleta. No sé dónde está el equilibrio entre las energías femenina y masculina.
2. Necesito llegar a un extremo para cambiar al otro.
No sé detectar las primeras señales de que algo no va bien y continúo hasta el infinito y más allá, como diría Buzz. Necesito llegar a tocar un extremo para entonces, cambiar de dirección, y situarme justo en el extremo opuesto del lugar que acabo de dejar.
3. Si quiero resultados distintos, no puedo hacer siempre lo mismo.
Bueno, esta conclusión no es mía, es de Einstein, pero yo estoy de acuerdo con él. Después de muchos años comportándome de la misma manera, creo que ha llegado el momento de hacer las cosas de una forma diferente. Porque no es necesario estar extenuada para tomarse un respiro ni hace falta pedir ayuda solo cuando estamos al límite de nuestras fuerzas. Podemos cambiar antes, en cualquier momento, sin llegar a los extremos.
Gandhi
Hay cosas más importantes en la vida que hacerla ir más rápido.
En busca del camino del medio
Mi día a día es un tira y afloja entre extremos y polaridades:
Vivo como si estas dos energías habitaran dentro de mí peleadas y les costara ponerse de acuerdo y avanzar a la vez. La falta de una estructura propia me hace caminar por la vida a trompicones, dando bandazos entre los extremos: estoy a tope con todo hasta que lo abandono por puro agotamiento. ¿Cuál es mi camino del medio?
- Si estoy en mi polo femenino, relajado, pausado, me quedo en el mundo creativo de las ideas.
- Si estoy en mi polo masculino y paso a la acción, me pierdo disfrutar de la belleza de lo que me rodea y vivo sin la confianza de que todo es como tiene que ser.
Hace un tiempo escuché el cuento budista “El camino del medio”, que dice así:
El príncipe Siddhartha Gautama, que después fue conocido como Buda, creció y vivió durante su infancia y su juventud rodeado de placeres y comodidades, alejado de los dolores y miserias del mundo. Con 29 años descubrió el sufrimiento cuando durante cuatro días salió de su palacio y conoció un mundo diferente al lujo en el que había vivido mediante un anciano, un enfermo, un muerto y un monje asceta. Entonces, decidió raparse el pelo, abandonar a su esposa y a su hijo y toda su vida en palacio para buscar la verdad de la vida a través de las privaciones. Casi desnudo, sin apenas comer ni dormir buscaba la sabiduría en el sacrificio.
Un día, debajo del árbol, a través de la meditación, se iluminó espiritualmente y comprendió la verdad de la existencia humana a través del camino del medio. Descubrió que la felicidad y la sabiduría no se encuentran en el exceso ni en la privación de las cosas buenas de la vida, sino en un punto medio que nos permita disfrutar sin hacernos daño.
Si dejo a un lado las interpretaciones más espirituales, y salvando las distancias con Buda, mi actitud es como la suya, moviéndome entre un extremo y el otro. Como él, por fin, he descubierto, en un breve instante de iluminación, que la virtud está en una posición intermedia entre el hedonismo y el ascetismo, o lo que es lo mismo, entre el disfrute y el trabajo.
El camino medio se encuentra entre sus opuestos. Descansa en medio y descubre el bienestar donde quiera que te encuentres.
No hay nada que merezca la pena
Escribir en el blog me ha ayudado a redescubrir mis intereses, a reencontrarme conmigo misma y a tomar conciencia de aquellas actitudes y situaciones que me rodean y que quiero cambiar. El blog representa todo aquello que anhelo, aunque no lo sepa nombrar. Por eso, cuando dejo de escribir en él, siento que paro mi vida y me siento culpable, como si me estuviera abandonando y no supiera sostenerme por mí misma.
Cuando eso pasa, mi mente me recuerda que soy poco constante o busca excusas, como que tengo poco tiempo. Y sí, puede que no tenga la voluntad de Demi Moore en la Teniente O’Neil, pero no me abandono por dejar de escribir y relegar el blog a un segundo plano. Me abandono por relegarme a mí y no darme el descanso y la diversión que necesito en el día a día.
No hay nada que merezca la pena y el sacrificio. Por eso, ya no deseo escribir en el blog a costa de todo. Esto no significa que no vaya a escribir más, solo que tengo que buscar la manera de hacerlo más fácil y sostenible en el tiempo, creando primero el espacio en mi vida para el blog y esto implica, hacer cambios.
Casi todos mis cambios son lentos y graduales porque mi ritmo es pausado, como el de un caracol. Pero al final, los cambios llegan.
Voy a tomarme un tiempo de descanso del blog y no solo de escribir, sino también de pensar sobre lo que voy a escribir y en gestionar mis emociones cuando no estoy escribiendo. Esta vez no es porque me organice mal o no llegue a todo. Es porque ahora tengo por delante un cambio de los grandes, una mudanza, y para centrarme cuando esté haciendo cajas, necesito convencer a mi mente, de que eso es lo único que tengo que hacer en ese momento.
Wendell Berry. «El feminismo, el cuerpo y la máquina».
Mi deseo no es otro que vivir una vida tan plena como me sea posible. Ese debería ser el objetivo del ser humano, creo, tanto en el trabajo como en el ocio.
Mis lecturas de supervivencia
Aunque deje de escribir, no dejo de leer. Cuando entro en modo supervivencia, leo. Estos son dos de los libros que he leído mientras no he escrito:
Camino de vuelta de Mark Boyle
Este libro cuenta la experiencia real de un hombre que decide irse a vivir a una cabaña en un bosque de Irlanda sin tecnología: ni agua caliente, ni coche, ni electricidad ni ninguna de las cosas que funcionan con ella: internet, teléfono o lavadora, y que consideramos imprescindibles en la vida moderna.
Mark Boyle consiguió que la experiencia se convirtiera en una liberación y no en un sacrificio mientras se iba desprendiendo de las capas de una civilización excesiva y se guiaba por los ritmos del sol y de las estaciones, sin posibilidad de escaparse 5 minutos en Instagram.
Este tipo de experiencias radicales son los que más me atraen porque, aunque no parece una vivencia fácil, mi mente dibuja un espejismo de vida ideal, lejos del mundanal ruido disfrutando de paz y tranquilidad. Lo que me vuelve a situar en el lado más extremo de todos los posibles.

Éramos unos niños de Patti Smith
“Eramos unos niños” es el primer libro de Patti Smith que leo y no será el último. En él, escribe sobre los años que vive recién llegada a Nueva York con 20 años y sus inicios como cantante de rock and roll y punk, teniendo como referencia su relación con Robert Mapplethorpe, fotógrafo y aspirante a artista como ella. Los dos se complementaron y se apoyaron incondicionalmente, mientras vivían en el centro del movimiento cultural y hippie de los años 70, rodeados de artistas, música y drogas.
Aunque su búsqueda no fue fácil y su camino está lleno de pérdidas, dudas y cuestiones existenciales para las que no tiene respuestas, Patti Smith supo encontrar su camino del medio, uniendo la creatividad y la intuición propias de la energía femenina con la determinación y la fuerza de la energía masculina de sus canciones.

Me encanta su imagen andrógina y cuando la veo cantando con 75 años, veo a una chamana:
Aprendiendo a vivir en equilibrio
Cuando escribí el primer artículo del blog no sabía cuál era mi camino. Casi 3 años después, sigo sin saberlo: buscar el equilibrio es menos atrayente y más complicado que buscar la felicidad, como hacía Will Smith.
La vida funciona como prueba y error. Para saber dónde está mi camino del medio y el punto de equilibrio, primero he tenido que experimentar con los extremos: en el extremo del hacer sin parar me desgasto y me quedo sin energía, mientras que el extremo de no hacer y disfrutar no es compatible con avanzar y evolucionar hacia una mejor versión.
Por eso, mi camino del medio pasa por equilibrar mi deseo de disfrutar la vida con mi necesidad de realizar logros. Activar mi energía masculina sin olvidarme de mi energía femenina. Deleitarme en mi energía femenina sin descuidar el sostén de mi energía masculina.
Equilibrar mente y cuerpo.
Ser mujer y amapola al mismo tiempo.

Hace mucho tiempo
Que las flores dicen que vendrán
Que vendrán
Y será la primavera
Que contra el viento rema, ¿y dónde irá?
¿A dónde irá?